Procrastinar, diferir, aplazar, o simplemente vaguear, ¿os suena?. El verbo procrastinar proviene del latín cras, que significa mañana o adelante. Un defecto que cometemos todos, pero cuando afecta nuestra productividad, se convierte en un verdadero problema.
Percibimos una tarea que nos resulta incómoda, difícil o aburrida, nuestro cerebro ante esa situación hostil intenta aliviar la ansiedad con otra actividad que nos presenta como necesaria pero claramente no lo es. Lo que se debe hacer se archiva en nuestra mente como dolorosa y las excusas brotan con una brillante originalidad. Las consecuencias las sabemos todos: acumulación de obligaciones, sentimiento de culpa y propósito de mejora para el día siguiente. Y vuelta a empezar en un bucle castigador con el desgaste emocional que eso supone.
Si aplazar nuestra visita al gimnasio tiene como única consecuencia unos pantalones más estrechos, no cumplir en el ámbito laboral y transmitir desorden e ineficacia, sí deriva en una mala reputación en el equipo de trabajo y una pérdida de ambición profesional.
Aquí 5 consejos a seguir:
1. Tener claro los objetivos
2. Gestionar la energía
3. Divide el trabajo en tareas pequeñas y concretas
4. Evita las distracciones
5. Usa herramientas tecnológicas
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