Como su nombre indica, las organizaciones líquidas son como el agua, sin forma definida, puesto que se adaptan a cada situación para sobrevivir en el actual momento volátil, incierto, complejo y ambiguo (VUCA, por sus siglas en inglés). Lejos de una estructura jerárquica y piramidal, donde llegar a puestos de management es una carrera profesional en sentido vertical, las organizaciones líquidas son estructuras planas, organizadas por proyectos en los que colaboran perfiles profesionales de diferentes disciplinas y los líderes de los equipos, que van cambiando en función del proyecto, son elegidos por sus competencias concretas para cada caso.
Entre las características de las organizaciones líquidas destaca que la colaboración se convierte en un requisito fundamental y la diversidad de los equipos aporta riqueza a los proyectos y contribuye a su éxito. Además, la escucha activa y el feedback constante se convierten en competencias fundamentales en los equipos cada vez más empoderados. Todo ello junto a una formación continua es lo que permite dar respuesta a cada necesidad concreta. Además, esta estructura por equipos multidisciplinares que van cambiando en función del proyecto tiene ventajas como la optimización de costes, la adaptabilidad y la agilidad propia de las ansiadas start-up.
Pero para ser una organización líquida no es necesario ser una start-up sino que es necesario disponer de tecnología, espacios y entornos de trabajo adecuados que fomenten la colaboración y la co-creación y talento que sepa trabajar en equipos, por proyectos, abierto a aprendizaje continuo y capaz de vivir en el cambio. Unos rasgos que permiten, en última instancia, que la organización pueda adaptarse a cada situación y momento de negocio de forma ágil y, por tanto, sobrevivir gracias a una mayor productividad y eficiencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario